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Bryan Bravo, el joven rancagüino que fue donante de órganos y salvó la vida de cuatro personas


Con motivo del Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos, el Servicio de Salud O'Higgins recordó la historia de un joven de 20 años, cuya generosidad trascendió incluso después de su partida.

VIERNES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2025
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Publicado por

Javier Celis



El sábado 16 de diciembre de 2024 parecía un día cualquiera en la vida de Maribel Gutiérrez y su hijo menor, Bryan Antonio Bravo Gutiérrez. Tenía apenas 20 años, sueños por cumplir, una beca recién ganada en el instituto y la costumbre de volver temprano a casa. Esa mañana, Maribel se levantó a preparar el almuerzo para su tercer hijo y se encontró con Bryan en la cocina. Nunca imaginó que ese sería el último día que pasaría con él.

El inicio de la tragedia

Bryan no se sentía bien, pero lo ocultó. Pensó que con sus medicamentos y sus «puff» podría seguir adelante, como tantas otras veces lo había hecho, a pesar de su asma y epilepsia. No quiso preocupar a su madre.

“Yo estaba terminando de vestirme cuando lo veo en la puerta. Me dice: ‘Mamá, no puedo caminar’. Lo miro y parecía que le tiraran agua encima, respiraba con dificultad, con una desesperación que me partió el alma”, recuerda Maribel.

En el trayecto al hospital, mientras ella conducía, Bryan sufrió su primer paro respiratorio. Fue en un semáforo en rojo, un instante breve y eterno a la vez. “Ahí mi hijo se me fue por primera vez”, dice, con la voz quebrada.

Al llegar al Hospital Dr. Franco Ravera Zunino, un equipo completo lo recibió de inmediato. “Lo atendió el doctor Nicolás (Vásquez), muy humano. Lo tomaron en camilla, lo reanimaron, lo entubaron. Lucharon, pero luego vino otro paro. Y de ahí ya no volvió”.

La confirmación del diagnóstico

El lunes, tras varios intentos médicos, llegó la certeza más dura: el electroencefalograma no mostraba ninguna actividad cerebral. “La aguja no se movía ni un milímetro. El doctor nos llamó, llegaron mis otros hijos, y nos dijeron que Bryan tenía muerte cerebral. Que ya no iba a volver. No hay palabras para ese dolor”.

Fue entonces cuando entró en escena la enfermera de la Unidad de Procuramiento María Ignacia Villegas Gómez. Con respeto y calidez, se acercó a Maribel y su familia.

“Ella me preguntó si aceptaba que Bryan fuera donante. Yo, en mi mente, dije al tiro que sí. Lo miré a mi segundo hijo, y él me dijo: ‘Yo opino que sí, porque Bryan siempre fue generoso’. Y tenía razón: desde chico compartía todo, nunca se guardaba nada. En ese momento sentí que el peso que tenía en la espalda se me empezó a salir. Supe que estábamos haciendo lo correcto”.

Maribel Gutiérrez, madre de Bryan.

El último gesto de generosidad

El jueves siguiente, Bryan entró al pabellón. El equipo médico, en una ceremonia silenciosa y llena de respeto, preparó el proceso de procuramiento. A petición de su madre, cuidaron cada detalle: “Les pedí que no tocaran su rostro, y cumplieron. Trataron su cuerpo con una dignidad que agradezco hasta hoy”.

De ese acto nació un milagro colectivo: su corazón fue trasplantado a un joven de su misma edad; sus riñones, a dos adolescentes; y su páncreas, a un niño de apenas cuatro años.

“Mi hijo ya no volverá, pero está en otros. Esa Navidad fue distinta: triste porque él no estaba, pero feliz porque en otras cuatro casas se celebraba la vida gracias a él. Eso es lo que me sostiene”, dice Maribel con lágrimas en los ojos.

Lo que más le impresionó fue la coincidencia de su grupo sanguíneo: 0 negativo, uno de los más difíciles de encontrar. “Hasta en eso coincidió. Él tenía lo que otros jóvenes necesitaban desesperadamente. Y se los dio”.

El duelo y los sueños

El proceso no ha sido fácil. Su madre admite que al principio se sintió culpable: “yo pensaba que fue mi culpa no salvarlo. Soñaba con él, me decía que no, que no me culpara, que ya era su momento, que él solo venía de paso. Ese sueño me devolvió la paz. Me dijo que yo tenía promesas que cumplir y que siguiera adelante”.

Aunque el dolor no desaparece, encuentra consuelo en el recuerdo de su hijo. “Bryan era distinto, humilde, respetuoso, siempre dispuesto a ayudar. Hasta después de partir, siguió ayudando. Me gustaría algún día ver, aunque sea de lejos, al joven que recibió su corazón. No para hablar con él ni para que sepa quién soy, solo para sentir que una parte de mi hijo sigue latiendo en él”.

“Donar es dar vida”

Hoy, Maribel convierte su dolor en testimonio para sensibilizar a otros. Quiere que más familias hablen, reflexionen y digan “sí” a la donación de órganos cuando llegue ese momento inesperado.

“Pónganse en el lugar de quienes esperan un órgano para seguir viviendo. Donar es dar vida. Cuando se pierde un hijo no hay nombre para ese dolor, pero dar la oportunidad a otros de vivir, ayuda a llevarlo… Donar es dar vida. A pesar de la pena, digan que sí. Porque ese sí, es esperanza para otros. Mi hijo no volverá, pero está en otros. Eso es un regalo de amor que nunca terminará”.


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